Hará casi tres años, una noche bajé a Jabba (como cada noche) con un vendaval del quince. A no ser que haya un diluvio universal, siempre bajo a los animales a última hora. Nos paseamos y con la nariz fría en invierno o muerta de calor en verano, me meto en la cama.
Esa noche tenía a L. en casa. Hacía, como digo muchíssimo viento, y mucho frío. Sería por ahí por febrero. Cogí la basura y a Jabba y bajé. Al salir del portal ví en la esquina, donde más viento había por eso del cruce de las calles, un bulto que parecía una señora con más bultos. Cuando me acerqué, ví a una señora rubia, empujando un carrito donde había un niño de como añito y medio, dormido, con el carrito echado para atrás como cama, envuelto en mantas. Y tiraba de una maleta enorme, de las más grandes trollei. Cuando me acerqué iba llorando. Jabba, que era tonta pero buena gente, notó noséqué y se acercó con las orejas gachas. Yo la miré, pero ella no a mí.
Cuando volví del paseo, estaban resguardados detrás del edificio, donde no daba tanto aire. El niño seguía durmiendo. Ella estaba malsentada encima de la maleta.
Le dí las buenas noches y le pregunté en inglés si necesitaba algo y si quería subir a casa, que podía llamar, a quien quisiera y donde quisiera, o acostar al crío. Me dijo que no.
Y subí. Con el corazón en un puño.
Me desnudé, me metí en la cama. Salí de la cama. L. dónde vas? Yo, a ver a la señora. L. bajo contigo. Yo, pá qué? Quédate y me mantienes la cama caliente.
Me vestí. Cogí el saco de dormir. Cogí los juguetes de Martina. Bajé a la calle a verla. La verdad es que tenía la esperanza de que ya no estuvieran allí… Pero estaban.
Le dí los juguetes (un tractor y unos patitos de goma) y el saco de dormir, pero me dijo que no los necesitaba. Le dije que no tenía que devolvérmelos, que se los quedara por si el crío se despertaba…
No quiso ayuda.
He pensado trillones de veces en esa chica. No sé porqué me imagino una persona en plan europa del este. No creo que huyera de ningún sitio. Me imagino, no sé porqué, que llegaba de un largo viaje, que había venido de a tomar por culo después de nosécuántos vuelos, horas de espera, transbordos. Llegar del aeropuerto a casa en bus es pillar dos autobuses con el crío quejándose, o cansado, o con hambre o con sed o con pis o con caca, sin poder cambiarlo o sin suficientes pañales… No sé porqué pensé que estaba llegando y no huyendo. Mejor dicho, pensé que huía de un sitio, lejano, y esperaba encontrar consuelo, cariño y descanso aquí.
Me encantaría saber de ella…
Es una historia triste, Tona.
Y que no quisiera nada.
Sola en el mundo con un niño pequeño.
Yo estoy rodeado de gente y aún así, a veces, me siento muy solo. La soledad no deseada es la peor de las desgracias.
La soledad es tremendamente celosa de sí misma…
Bonita história y bien contada Tona.
De acuerdo con Manel, bonita historia y muy bien contada. Enhorabuena